Crímen lacteo

El detective entró en la escena del crimen y vio el cadáver del dueño en el suelo, detrás del mostrador: un quesero cincuentón con algunos quilos de más. Su ayudante, nervioso ante el cuerpo, preguntó entre tartamudeos «¿Qué piensa usted, señor? ¿Qué podrían querer de un humilde quesero?». Tras registrar fugazmente y de reojo el local en busca de cualquier producto que pudiera faltar, señaló con vehemencia «el Emmental, mi querido Watson».